En otoño nos gusta ir a pasear por el Marquesado (Jérez, Lanteira, Aldeire…). Es precioso caminar entre castaños en esa época y disfrutar de los bellísimo colores con los que se viste la zona en esa estación. Y, aunque repitamos las rutas, siempre nos encontramos con agradables sorpresas que hacen de cada una de ellas algo especial. Os voy a contar dos de ellas.
En uno de nuestros paseos en familia por la Rosandrá (por si no lo conocéis, es un magnífico paraje natural a las faldas de Sierra Nevada al que se accede desde Aldeire), además de encontrar rincones ideales para escondites y de hadas y duendes, nos topamos con una simpática habitante del lugar: una ardilla cargada orgullosamente con una almendra que, curiosamente, se encontraba bajando por el tronco de un castaño. Las ardillas suelen ser escurridizas y apenas te ven, salen corriendo. Pero esta debía de sentirse orgullosa de su carga, porque no dudó en pararse en su camino, mirarnos y casi posar para la foto. No es una foto de mucha calidad, pero es tan simpática que nos apetecía compartirla.
En otro de esos paseos, en este caso por los castaños de Jérez, nos decidimos a subir un poquito más de lo habitual, aprovechando un gran tronco que alguien había colocado a modo de pasarela en el río. Llegamos a un pequeño recodo en el que nos encontramos un castaño enorme, tanto que cabíamos casi toda la familia entre sus huecos. Fue como encontrar un tesoro y no dudamos en hacerle montones de fotos. Me gustaría compartir una para que podáis comprobar que lo de que era enorme es verdad, no una exageración.