HISTORIA REMITIDA POR PILAR, DE MARCHAL.
Mi abuelo Pedro era cabrero. Vivía en Marchal y conocía muy bien toda esa zona del Valle del río Alhama. Cuando su única hija se casó, tanto él como mi abuela se fueron a vivir con ella y su nueva familia a una gran ciudad de la provincia de Barcelona. Cambió su cueva de toda la vida por un piso alto en un barrio de la periferia. A veces se asoma al balcón, acercaba su mano cerrada a modo de catalejo a su ojo y decía: “Desde aquí veo Marchal, Beas, Polícar, Lugros…”. Era su forma de seguir conectado a su tierra. Esos nombres eran para mí eso, meros nombres de lugares que desconocía. Hasta que la vida me trajo de vuelta al origen de mis ancestros y esos nombres adquirieron una forma y un significado. Me sorprendió descubrir que esa retahíla de palabras mostraba de forma ordenada un espacio geográfico hasta entonces ajeno para mí. Cada vez que recorro los parajes de ese valle hago una parada y miro por el catalejo de mi mano, del mismo modo en que lo hacía mi abuelo. Uno de los paseos que me gustan especialmente conecta el pueblo de Marchal con el de los Baños de Graena por una ruta en la que encandila la belleza de su paisaje lleno de cárcavas y que me permite observar varios de esos pueblos cuyos nombres aprendí de pequeña, mucho antes de saber siquiera dónde estaban. Os los recomiendo fervientemente.