La cultura de la muerte tiene un peso especial en el norte de la provincia. No sólo por la existencia del impresionante parque megalítico de Gorafe, en el que se contabilizan más de doscientos monumentos funerarios en forma de dolmen, sino por el singular cuidado que se ofrece al Cementerio en la ciudad de Guadix gracias a la Orden de los Hermanos Fossores, unos frailes que habitan en una cueva en el propio cementerio y que se dedican a acompañar a las familias en el momento de la despedida de sus seres queridos y a cuidar de las instalaciones del camposanto. Esta orden fue creada en Guadix en el año 1953; luego se extendió a Jerez de la Frontera, Huelva, Vitoria, Pamplona, Logroño y Felanitx (Mallorca), aunque en la actualidad solo siguen estando presentes en Guadix y Logroño. Se trata de una orden tan singular y llamativa que casi cada año, en torno a la festividad de Todos los Santos, llegan a Guadix programas de televisión de diferentes canales y lugares para interesarse por ellos. Incluso el gran fotógrafo Ramón Masats tiene entre sus obras destacadas una imagen de los Hermanos Fossores entrando el cementerio de Guadix realizada en el año 1959, solo seis años después de la creación de la Orden. Es una de mis fotos favoritas y es la que he elegido para este texto.
Pero todavía hay algún detalle curioso más que quizás más de uno desconozca: la existencia de nichos en cueva. De hecho, hay cementerios casi exclusivamente en cueva, como es el caso de Belerda. Encontramos también nichos de este tipo en Benalúa o en Alcudia. Para quienes han vivido siempre allí es algo totalmente normal, ya que excavar cuevas ha sido una dinámica habitual en estos terrenos arcillosos que favorecen este tipo de construcción; pero sin duda llama mucho la atención a quien es de fuera. A mí me resulta hasta poético: despedirse de la vida regresando a las entrañas de la tierra pero no mediante un enterramiento, sino en un espacio elaborado con mimo y picado a mano con cariño.